Gerardo, cuya amistad valoro mucho y cuya sabiduría sobre el mundo de la novela gráfica valoro todavía más (espero que me acepte la broma), estuvo hace un año en un congreso en Chile y cuando vino me comentó: se está trabajando mucho sobre la dictadura de Pinochet por los autores de novela gráfica en Chile. Puesto que es un tema que siempre me ha interesado, como en general toda la historia reciente de América Latina, decidí tomar al pie de la letra sus palabras y chantajear un poco a mi pareja para que esta pasada Navidad me regalara Los años de Allende, que acabo de terminar.
Si hasta ahora había albergado alguna duda sobre la necesidad de trabajar los contenidos de Historia del Mundo Actual e Historia de las Relaciones Internacionales recurriendo a la novela gráfica, ahora cualquier duda se ha disipado decididamente. El material gráfico de Los años de Allende es de calidad casi fotográfica, tanto en la veracidad de reproducción de las escenas, como en la lealtad a los acontecimientos tal y como sucedieron. En ocasiones solo basta eso: documentarse ejemplarmente, como los autores de esta obra, y plasmar los hechos crudos sobre el papel, para denunciar la tremenda injusticia que se cometió en América Latina entre los años 70 y los años 80, cuando la democracia sucumbió a manos del imperialismo en varios escenarios, muchos de ellos todavía hoy anhelantes de regresar a la era pre-golpista. Seguramente quienes se ofenden con la realidad consideren que existe en estas páginas una crítica injustificada, y acusen a Reyes y Elgueta de hacerle la propaganda al marxismo, o mejor, al populismo, por emplear ese concepto que está tan de moda últimamente, y que todo el mundo usa sin saber qué significa exactamente.
A los ofendidos solo queda decirles: a cada cual lo suyo, y que cada palo aguante su vela. La violación constante de los Derechos Humanos durante la dictadura de Augusto Pinochet fue suficientemente flagrante como para suscitar la condena internacional, que aplaudió su extradición y juicio a comienzos de la década del 2000. Solo habría sido deseable que esa misma opinión internacional se hubiese dejado cautivar menos por el pánico a rojos fantasmas para frenar lo que fue el preámbulo de una catástrofe. Como no se puede volver atrás, aunque paradójicamente siempre se pueden repetir los errores del pasado, baste la lectura detenida de Los años de Allende para mirarnos ante el espejo y, cuando nos percatemos de que nos vamos a vestir igual que ayer, con pésimo gusto por cierto, intentemos mirar el fondo de armario para buscar otra alternativa, o para cambiar de modista, que tampoco está mal de vez en cuando.
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